El camino del viento

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EL CAMINO DEL VIENTO

Aconteció que un día, desobedeciendo a su papá, Lalo no fue a la escuela sino que se fue solo por el Camino del Viento. Y subió y subió hasta que, habiendo llegado a la cima, se metió en la nube y allí se encontró con un venado.

Para ir por el Camino del Viento, saliendo de la Casita de la Isla, había que atravesar toda la pradera y cruzar el río San Juan. Lalo sabía por dónde pasar el río sin que tuviera que recogerse los pantalones. El camino subía, por entre muchas matas de plátano, palos de café y bosque, pareciéndose a un caracol por el montón de vueltas que daba por la montaña. Lalo había ido por allí con sus amigos, pero sólo un pedacito porque les daba mucho miedo subir hasta la cima. 

Subir hasta la cima era el mayor sueño de ellos, por dos razones. Una, porque querían meterse entre la nube, tocarla, y saber si alguno vivía allí. Dos, porque, en secreto, querían hacerse famosos delante de los demás muchachos de Pueblito, por ser tan valientes. El miedo era porque el viento silbaba a veces pasito, como una culebra sacando la lengua, y otras veces rugía como un león. Cuando rugía como un león los millones de hojas del bosque aplaudían como para dejarlo a uno sordo.

Ese día Lalo se fue solo por el Camino del Viento, cometiendo dos pecados: engaño y egoísmo. Engaño contra su papá, haciéndole creer que iba para la escuela porque llevaba la mochila con los libros y cuadernos en las espaldas. Egoísmo contra sus amigos, porque quería que la fama fuera únicamente para él. Subió temblando tanto que las rodillas se le golpeaban sonando como un cascabel. Pero la ambición lo hizo subir hasta la cima, y entró en la nube.

Entró con los ojos cerrados porque tenía mucho miedo. Cuando los abrió, lo que vió lo dejó maravillado: un venado de grandes cuernos. El venado lo miró, con sus ojos fijos y penetrantes, por un momento, pero enseguida pegó un berrido que hizo temblar la tierra. Lalo, entonces, comprendió el mal que había hecho. Se dio la vuelta y, blanco como la leche, del miedo que tenía, bajó la loma corriendo tan veloz que parecía volar.

Cuando Lalo por fin llegó a la Casita de la Isla, fue y buscó a su papá que estaba en la Huerta, y al verlo se agarró a su cintura, suplicando:

—Pa, pa, he pecado contra tí y contra mis amigos. Perdón Pa, perdón. 

Su papá, confundido porque no entendía la razón por la que Lalo era blanco como la leche, lo abrazó, y, entonces, escuchó su confesión. Lalo recibió el perdón, pero no logró ser famoso entre los muchachos porque su papá lo disciplinó prohibiendole contar a sus amigos lo que había hecho.

Nunca jamás volvió Lalo por el Camino del Viento.

Continuará

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