MUNDO REAL VERSUS MUNDO VIRTUAL: ¿EN CUÁL MUNDO CRECERÁ TU HIJO?

Por

Claudia Gómez

Es muy común en mi trabajo escuchar frases como: “No sé qué hacer con mi hijo, no lo puedo separar del celular (o de la tablet, o del televisor, o de la consola), porque se enfurece y me arma una tremenda pataleta”.

Pero también es común escuchar, en los niños y las niñas, comentarios como: “qué más puedo hacer, si siempre estoy solo(a); mis papás están fuera trabajando todo el día y cuando están en la casa se la pasan ocupados todo el tiempo, cada uno en sus propias cosas”. O este otro: “yo termino las tareas y qué me pongo a hacer, no puedo salir a jugar con amigos porque ni siquiera tengo, entonces cojo el celular”.

Nos encontramos ante un tema controversial, objeto ya de muchas investigaciones,  que afecta la vida de millones de niños en todo el mundo: el acceso a la tecnología a edades tempranas. Se trata de una asunto problemático porque a esas edades los niños no han desarrollado aún su capacidad de juicio (en particular el moral, según Erickson), capacidad que alcanzan al entrar en la pre o adolescencia. Este período coincide también con el desarrollo del pensamiento abstracto (según Piaget), es decir, una comprensión de causa y efecto más similar a la del adulto que los faculta para discernir  las consecuencias de sus actos.

Es cierto que la tecnología puede traer ventajas, y ayudar, a los niños y a las niñas, en el desarrollo de habilidades cognitivas, como la resolución de problemas. Pero también se han encontrado, según diversos estudios, efectos negativos en el desarrollo del lenguaje, la capacidad de atención, la calidad de las interacciones sociales, la formación de comportamientos adictivos, y aún en la salud física como obesidad y trastornos visuales y del sueño. Todos estos trastornos están asociados tanto al uso excesivo de las pantallas como al contenido al que los pequeños pueden acceder. Por estas causas, el acompañamiento parental es fundamental. Sin este acompañamiento, o si es laxo, el acceso a los aparatos tecnológicos (celular, tablet, computador, consola, etc.) termina siendo más perjudicial que beneficioso. Es cierto que no es fácil ser padre, pero también es cierto que es posible aprender a serlo; no podemos seguir con la excusa, tan popular: “Nadie nace sabiendo ser padre”; hoy en día existen muchos recursos que ayudan en esta tarea, lo importante es saber dónde buscar.

Frente a ese “no sé qué hacer con mi hijo” lo primero es hacer un pare y revisar qué está pasando con la relación padres – hijos,  y qué está pasando en cada una de las partes. Es frecuente que los adultos se vean envueltos en la aceleración del mundo moderno con todas sus demandas, y que esto dé como consecuencia un distanciamiento en la relación con los hijos.  Así, pues, los hijos están creciendo solos (incluso si los padres están presentes en cuerpo -más no en espíritu-), y, por eso, se ha venido posicionando el argumento de que es mejor que estén en casa “entretenidos” (en los aparatos tecnológicos), a que corran peligro en la calle. Pero detrás de este argumento puede haber, también, una excusa para no darle a los pequeños el tiempo que anhelan con sus progenitores. Por otro lado, encontramos la dificultad de los padres para conectar con su mundo “diferente”, porque ya no se tiene la imaginación ni la energía que los niños suelen tener. Es cierto que a muchos adultos les cuesta ser creativos, para volverse como niños, y olvidaron cómo solían entretenerse cuando eran pequeños: con los elementos que tenían  a la mano, por simples que fueran (unos palitos, por ejemplo), podían crear mundos fantásticos y personajes e historias maravillosas.

Es interesante cómo en contextos donde hay poco acceso, o no lo hay, a la tecnología, los niños y las niñas, siguen haciendo eso: un palo se convierte en una espada o un caballo, sentarse y usar las manos y pies en mímica, los transforma en conductores de camión, un trapo viejo enrollado inspira una nana; todo sirve. Esto también ayuda a que los niños desarrollen habilidades.

No se trata de negarles a los pequeños el acceso a la tecnología, que puede ayudarles a mejorar sus capacidades de aprendizaje cuando hay un adulto responsable que se cerciora del contenido adecuado y del tiempo utilizado. Se trata entonces de encontrar un equilibrio entre los dos mundos (real y virtual), ya que un mundo virtual desmedido puede causar graves daños. También es importante que el mundo real sea estimulante y ofrezca oportunidades de potencializar o desarrollar habilidades, además de proveer el disfrute de la vida mediante actividades al aire libre y la sana convivencia con otros niños y niñas. 

Un ejercicio recomendado es compartir espacios: si tu hijo quiere ver una película o un video, acompáñalo y hazle preguntas sobre lo que ve. Si se trata de una lectura compartida de un libro físico, ayúdale a ser observador y crítico. Recuerda que tu papel como padre o madre es darle herramientas para que enfrente el mundo eficazmente. Pero, sobre todo, formarlo para cuando tú ya no estés. Leer juntos un buen libro, y/o manipular objetos físicos, y hacer ese ejercicio antes mencionado, ayudará al niño o  a la niña a mantener un sano equilibrio entre la fantasía y la realidad, pero también entre el mundo virtual y el mundo real.

Claudia Gómez

Psicóloga, 20 años de trabajo con niños y adolescentes en ámbitos educativo y clínico.

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